La importancia del primer paso

Había decidido acudir al laboratorio por la tarde, tras la hora de la comida. Por supuesto, la caminata le había llevado un rato, y serían ya por lo menos las cinco cuando comenzó a ver claramente el lugar. Aún debería pasar un poco más para que estuviera cerca, puesto que las proporciones del lugar resultaban engañosas. Así, hacía ya un tiempo que el sol había pasado su punto más alto para comenzar su lento declive hasta el atardecer. Por el momento, el cielo despejado resplandecía con un azul luminoso. No llevaba reloj, pero debían ser casi las seis.

Vestía una camiseta de manga corta grisácea, plana sin ningún dibujo o logotipo, y pantalones vaqueros negros, y cruzaba su pecho el asa de la bolsa que oscilaba como un péndulo, al son de sus pies. Una parte del camino la había realizado a paso tranquilo, pero en alguna que otra ocasión había decidido acelerar un poco el ritmo, lo que siempre acababa por convertirse en una carrera a máxima velocidad. Sin duda, más le valdría a su compañero saber correr, o en cualquiera de esos arrebatos acababan a varios kilómetros el uno del otro. Bueno, no iba a cometer tal descuido, pero era una situación hipotética, y cualquier podía caer en sus pensamientos con facilidad.

En cualquier caso, había atravesado el terreno que separaba su hogar y a aquellas horas le quedaba poco para llegar, envuelto en una mezcla de múltiples emociones: Entusiasmo, nerviosismo, decisión… Una mezcla totalmente heterogénea e indeterminable, indescifrable para cualquiera e incluso para él. Era quizás un ansia de sueños y aventura, tal vez una incertidumbre de futuro… En última instancia, solo sabía que tal vez en poco tiempo se dedicaría a patear los caminos en pos de una quimera que esperaba convertir en realidad.

Aunque el camino resultaba algo complicado, rocoso y con constantes altibajos, como era de esperar de la localización de Provento, caminaba con confianza, sumido en aquellas reflexiones. Sin embargo, la gran estructura del laboratorio le obligó a salir de inmediato. Lo había visto desde lejos en multitud de ocasiones, pero nunca había estado tan cerca como en aquel momento. Y sin duda, la visión, pese a encontrarse aún a un pequeño tramo de distancia, resultaba cuanto menos llamativa.

El enorme lugar estaba cubierto de hiedra de arriba abajo, y a medida que se acercaba, su impresión inicial se acentuaba poco a poco. El acercamiento supuso un estallido de colores, luces, fragancias y sonidos. Así era el patio que le recibía. Según caminaba, los sonidos delataban la presencia de seres que, como no podía ser de otro modo, debían ser Pokemon, si se tenía en cuenta el lugar en el que se encontraba. Crujidos entre las hojas, movimientos veloces cerca de él… Pero, por supuesto, debido al momento y al ambiente, aquello no le hacía sentir inseguro. No, hacía tiempo que había dejado atrás ese sentimiento, y lo que esperaba más bien era tener el primer encuentro personal como entrenador.

Dirigió sus pasos hacía la entrada, lanzando miradas en derredor ocasionalmente, esperando encontrar alguna señal que delatara la presencia de alguien. Al fin y al cabo, tal vez la profesora anduviera por el patio.

¿Hola? ¿Alguien por aquí? –Dijo, alzando ligeramente su voz profunda, que no perdía, sin embargo, aquel tono calmado que la caracterizaba siempre.

El lugar estaba impregnado del olor dulce de las flores, lo que lo convertía en un agradable pórtico de espera, que a la vez hacía algo evidente el sentimiento contradictorio que se gestaba en su interior desde la mañana. Solo a unos pasos y podría poner en marcha lo que tanto tiempo hubiera deseado, y aún deseaba.

Esperaba en la entrada cualquier señal. Si no respondía pronto, tal vez debiera entrar, o volver más tarde. El olor de las flores seguía siendo una presencia omnipresente en aquel jardín iluminado por el flamante sol de aquel día. Tal vez un exceso de sol para el gusto de su blanca piel, pero es lo que había. Especialmente viviendo en una ciudad portuaria, estaba acostumbrado a eso de “Arena y Sol”, pero si le daban a elegir prefería perderse en las montañas o en un bosque profundo.

Fue entonces cuando el timbre de una voz llegó a sus oídos desde algún punto cercano, lo que le hizo girarse de inmediato al origen. Algo más allá de donde se encontraba, había una mujer que, suponía, sería la profesora. Se acercó en unas zancadas rápidas al lugar, encontrándosela agachada. Al estar así, era difícil determinar una primera impresión, pero parecía más alta que él, y bastante esbelta, de figura llamativa. Aunque este aspecto se veía rápidamente ahogado por el atuendo actual, ennegrecido por todas partes. Su pelo castaño rojizo estaba revuelto en un recogido, aparentemente hecho con rapidez.

Quizás esos eran los resultados de investigar a los Pokemon, aún así, se preguntaba que tipo de investigación realizaba en aquellos momentos para acabar así. Había fuego de por medio, eso seguro. Y, dicho sea todo, fuego en un jardín no sonaba del todo seguro, pero ella era la experta, al fin y al cabo, y Lowell solo un chico que ponía por primera vez su pie cerca de un Pokemon propio.

Ah, sí – Dijo cuando la profesora terminó de hablar, recordando el propósito de su visita, tras la breve observación de aquella persona tan curiosa. Ya no debía ni andar para acercarse a su objetivo, solo pronunciar un par de palabras.

Me gustaría convertirme en entrenador –Mencionó, mientras dejaba caer una de sus manos sobre el costado y el peso de su cuerpo sobre un pie, en pose de espera, calmado, sin ningún rastro de nerviosismo en la voz o en la mirada y con una decisión de acero manando de cada palabra. Ya había dejado hace bastante tiempo de flaquear en cada empresa y había decidido no volver a dudar ni un instante. Y menos con aquello. Con aquello, iniciaba un primer paso metafórico en su búsqueda. A partir de aquel momento, comenzaría a recorrer mundo, a pasar calor y frío (Bueno, tal vez no frío) y a ver numerosos lugares. Solían decir que debía verse mundo para aprender, y es lo que estaba a punto de hacer.

No sabía que Pokemon podría seleccionar. Había oído hablar mucho de los iniciales y esas cosas, pero no estaba seguro de que le darían a elegir ¿Sería alguno de los que estaban en aquel jardín? ¿Lo esperaba más allá de la puerta que daba a el gigantesco edificio? Pronto despejaría la incógnita, y deseaba con toda su alma que ese pronto fuera realmente pronto.

Repentinamente, la investigadora estalló en una sonora carcajada. El chico solo pudo encogerse de hombros y sonreír levemente. Estaba claro que todos los que pasaban por allí, bueno, una gran mayoría lo hacían con el mismo fin, y tal vez varias veces al día. Al fin y al cabo, Provento era bastante grande y muchas personas debían querer conseguir un Pokemon. Y estaba aún más cerca que antes de conseguirlo, después de varios años esperando el momento.

Sin apenas mediar palabra, se encontró arrastrado hacía el interior del edificio. Lo cierto es que fue tan repentino que no pudo ni protestar, dejándose llevar confundido. A su espalda, pudo escuchar gruñidos provenientes de los Pokemon que poblaban el verde lugar.

Y desde aquella exaltación de la naturaleza pasó a una estancia increíble. Estaba llena de numerosos instrumentos tecnológicos y dibujos, pero lo que más llamaba la atención era el increíble número de pokeballs que había por todas las estanterías ¿Serían todos suyos? Tras repasar la habitación con la mirada, una vez libre de la presa de la mujer, volvió su mirada hacía esta, encontrándose con una sombra amarilla que cubría su pierna. Se trataba de un Pokemon con aspecto de pato, había oído algo sobre él alguna vez… Psy-no-se-cuantos. Pese a que caminaba con él agarrado, Élion no parecía molestarse.

Inmediatamente después de haber entrado, le entregó un folleto, explicándole que aquellos serían los Pokemon disponibles. Lo cogió y lo repasó. Era una decisión difícil, pero al menos encontró algunos que conocía y que le convencían. Finalmente, fijó su atención en el que creía bastante indicado para él.

Cuando se decidió, Élion se encontraba de espaldas, mirando en el interior de unos cajones cercanos, y ya libre del abrazo del Pokemon amarillo. Cuando volvió a donde se encontraba, traía un aparato rojo, una pokedex. Con voz aburrida, le explicó su funcionamiento, bastante simple de usar, pero que rápidamente anotó mentalmente, y se la entregó rapidamente, como si le molestara tener que hacer eso. Dirigió un vistazo rápido a la pantalla, pensando si probarla con el psyduck cercano, del que acababa de librarse la profesora, pero no tuvo tiempo para ello, porque también le dio, bostezando, cinco de aquellas esferas empleadas para guardar a los Pokemon, pokeballs, de manera que sus manos quedaron ocupadas. Además, inmediatamente después, le preguntó si se había decidido.

Mmm… –Murmuró por un instante, hasta que habló, mostrando la hoja a la profesora- Un Treecko macho. –Dijo- Creo que es el indicado para mí. – Sabía que podía ser un Pokemon bastante orgulloso, pero también que tendía a ser calmado ante todo, así que estaba seguro de que se relacionarían bien. Con aquello, con la pokedex y el Pokemon, sería oficialmente un entrenador, de forma que se acercaba cada vez más a lo que deseaba. Un primer paso, solo uno, pero si no se daba el primer paso nunca se comenzaba la marcha, por lo que era el más importante.

Mientras hablaba, le llamó la atención el repentino cambio de actitud en la mujer, que ahora hablaba llena de vitalidad y alegría, tal vez emocionada ¿Era aquello debido a su elección o porque había pasado aquello que aparentaba aburrirle tanto.

Miró en dirección a la estantería, se agachó, cogió impulso y saltó. Fue a caer exactamente delante de la estantería.

- ¡Yuhuuu! ¡Soy la caña! - gritó con voz infantil y levantando exageradamente los brazos.

Apartó a un Caterpie que había en la estantería y lo dejó en el suelo. Buscó un poco con la mirada y cogió la Pokéball correcta.

- Ten chaval - le entregó en mano la Pokéball - ahí tienes tu Treecko. Es generalmente un Pokémon tranquilón, bastante pacífico. Sin embargo aceptará una batalla sin dudar, le gustan los retos. Aunque cada Pokémon es diferente, estos solo son rasgos generales. Además les encanta la naturaleza y los riesgos. Bueno, ¿tienes algún tipo de duda? - levantó el dedo pulgar con una gran sonrisa - Sea como sea pasadlo genial en vuestra aventura. Vamos, salid corriendo, que seguramente lo estás deseando.

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Lowell HA OBTENIDO:

Treecko

TU PC SERÁ ACTUALIZADO.

El miembro 'Prof. Élion' ha efectuado la acción siguiente: Lanzada de dados

'Naturaleza' : 19

Tras haber pedido su pokemon, Elión se giró hacía una de aquellas estanterías atestadas de cápsulas. Era tal mar de rojo y blanco que dudaba que la mujer conociera de memoria donde estaba cada una. Aún así, se dirigía a aquella en particular con precisión y… Saltó…

Miró a la profesora durante unos instantes, mientras esta saltaba exultante, conmemorando su extraña hazaña ¿Un poco infantil, tal vez ida del ala? Bueno, puede que solo excéntrica, pero cuanto menos era de personalidad curiosa, y aquello era innegable. O puede que se estuviera quedando con él, había gente a la que le gustaba ver las caras de extrañeza de otros. El caso es que su pensamiento no se llegó a manifestar en su cara, y cuando la profesora se giró continuaba con aquella expresión amable pero estoica.

Mientras la mujer había estado en la estantería, también había notado como apartaba a una sombra verdosa que no había distinguido antes. Y al verla, realmente se daba cuenta de la cantidad de Pokemon que debía haber allí dentro. Sin duda, necesitaría varios pares de manos para poder contarlos a todos, si es que tuviera intención de internarse en tan ardua tarea. Pero como no quería esperar allí durante unos años, era mejor idea no hacerlo.

En cuanto la mujer le tendió aquella cápsula de cubierta rojiza, la cogió con una sensación expectante y a la par que nerviosa. El segundo paso estaba dado, y con aquello se convertía en un verdadero entrenador. Continuó con la mirada fija en la esfera mientras Elión explicaba las características de los treeckos, las ya esperadas, claro. Dentro se encontraba aquel Pokemon sobre el que hablaban ahora ¿Se llevarían bien? ¿Le seguiría, o lo ignoraría sin parar?

Ninguna duda –Contestó cuando la profesora terminaba de hablar, volviendo su atención a ella de nuevo. Ya había apuntado mentalmente todos los consejos anteriores sobre funcionamiento de la Pokedex y esas cosas. Ahora, lo que deseaba arduamente era abrir la pokeball y conocer a su compañero de aventuras.

Finalmente, la profesora cerró su discurso con una sonrisa y unas últimas palabras – ¡Sí! –Contestó, rompiendo finalmente la tan extensa calma de su rostro con una amplia sonrisa de decisión, mientras comenzaba a girar sobre sí mismo, en dirección a la puerta. Antes de terminar de girar, alzó la mano y se despidió, con tono alegre, como si estuviera a punto de ponerse a tararear alguna melodía- Bien, me marcho ¡Pasaré a visitar en otra ocasión! mientras comenzaba a marchar a paso ligero hacía la puerta, casi a punto de echarse a correr.

Una vez de nuevo en el jardín, miró la pokeball y apuntó al frente.

¡Sal, Treecko! –Sentenció, mientras un haz de luz surgía del artefacto, dando forma al Pokemon, el gecko de color verde que se encontraba frente a él, de pie y con brazos cruzados, mirándolo en examen. Parecía de actitud algo rebelde…

Ahora que lo pienso… –Pasó por su mente en aquel momento, para luego dirigirse al Pokemon – Llamarte solo Treecko puede parecer un poco frío… y confuso entre los miles de Treeckos, claro… Necesitarías un nombre… –Dijo, llevándose la mano libre, la izquierda, a la frente, pensando- ¿Qué tal Tre…?

Treec-ko –Contesto al instante, inquisitivamente, arrastrando las palabras en claro signo de reprobación. No le gustaban derivados.

Vale, vale –Contestó, pensando de nuevo- ¿Qué tal Oze?

Tree… –Admitió tras una pequeña pausa, asintiendo en señal de aceptación ante tal nombre.

Bien… Ahora que esto está arreglado… ¿Nos familiarizamos con los alrededores? –Preguntó, pensando en aprovechar el resto del día dando una vuelta por los caminos cercanos.

Kooo… –Contestó el pokemon, accediendo de nuevo a la propuesta, y quizás preguntándose si tan elevado nivel de vitalidad sería la condición básica y común del entrenador.

//OFF//

[Continuará en la ya muy transitada ruta 1]

Nota 1: El nombre Oze es con pronunciación inglesa, por lo que vendría a ser Oussy o algo similar
Nota 2: A ver ahora que no tengo exámenes si puedo postear a un ritmo normal xD