Jen
Mensajes : 117 Edad : 31 Localización : Ciudad Olivo (Johto)
Hoja de personaje Clase: Entrenador
| Tema: El dios Apolo y la esmeralda [RELATO] Sáb Sep 25, 2010 5:13 pm | |
| *Brrrr, brrrr. Brrrr, brrrr.*
- ¿Pero qué...? ¿Qué es eso? ¿Es mi móvil? ... ¿Hoy es Sábado?
Fue difícil abrir los ojos e incorporarme. Me senté en la cama, refunfuñando, y agarré el móvil que descansaba encima de la mesita de noche.
- Un mensaje de Esmeralda... me lo imaginaba. ¿Qué hora es? - sí, a veces hablo solo.
Miré la hora en el móvil, pero no me la creí. Entorné los ojos para verlo mejor, acercándome el móvil a la cara.
- ¡¡¿¿Las 4 de la madrugada??!! - grité.
- ¡¡Sí, las 4!! ¡¡Gracias por despertarme, Iván, cariño!! - escuché a mi madre desde la otra habitación.
Me tapé la boca rápidamente. Tras unos segundos en esa posición volví al mundo normal. ¿Qué hacía esa chiquilla mandándome un mensaje a esas horas? ¿Le pasaría algo? Abrí el mensaje:
Asunto: ¡Buenos días!
Siento despertarte, Apolo. ¿Te conectas para chatear? :) ¡Gracias!
¿Buenos días...? ¿Que si me conecto? ¿Ahora? Definitivamente, a esta niña le pasaba algo. Suspiré hondo. Me acerqué a la mesa del ordenador y lo encendí. Tuve que hacer un esfuerzo por no quedarme dormido en el intento, incluso me quité algunas babas con la manga del pijama. Encendí el programa con el que chateábamos. Ella era la única que estaba conectada.
- Son las cuatro de la madrugada, ¿recuerdas? ¿Quién iba a estar conectado? - discutí conmigo mismo.
Enseguida mi amiga Esmeralda abrió conversación.
- ¡¡¡Apolo!!! ¡¡¡Has venido!!! - me escribió, utilizando emoticonos que indicaban felicidad.
- Claro, ¿cómo no? - le contesté -. Dime lo que te pasa, anda.
- Nada, te echaba de menos - utilizó un icono sonrojado.
- No te creo, Esmy. Sé que te pasa algo. Son las 4 de la madrugada - utilicé un icono enfadado, pero ella sabía que no lo estaba realmente.
- ¿Las 4? ¡No me había dado cuenta! ¡Lo siento! - envió un icono llorando.
- ¿Cómo quieres que te ayude si no me lo dices? - ahora sí que me estaba enfadando. Ella sabía que terminaría contándomelo. De todas formas, la entendía perfectamente. Tras unos segundos sin escribir nada ninguno de los dos, añadí -. Sabes que siempre te ayudo, ¿verdad?
Entonces, como solía ocurrir, estalló.
- Mis padres están discutiendo de nuevo. Creo que la pelea empezó por culpa mía, y cuando intenté calmarles tan solo conseguí que me gritasen a mí también. No sé qué puedo hacer...
Dejó de escribir, pero yo sabía que todavía necesitaba desahogarse, por lo que esperé. No era la primera vez que esto ocurría, pero jamás a esas horas de la noche. Sentí algo raro en el estómago.
- Si cojo el tren llegaré a tu ciudad en dos horas, ya lo he mirado... - escribió, sin utilizar iconos de ningún tipo. Eso era señal de que hablaba en serio.
- ¡¡¡¿Otra vez con eso?!!! - grité en voz alta, por lo que ella no podía enterarse. Escuché un gruñido en la habitación de al lado, seguramente por parte de mi madre, pero lo ignoré.
- Oye Esmeralda, escúchame - ¿había puesto “escúchame”? Escuchar... Tras escribir esa palabra sentí un pinchazo en el pecho, lo borré y rectifiqué - Oye Esmeralda, no puedes seguir con eso. Sabes que es imposible. Tu hermano te necesita, también estará cansado de las peleas de tus padres, y asustado por lo que pueda pasar... Pero ambos sabemos que lo peor que puedes hacer es venir aquí. La culpa no es tuya. Además, ¿qué harías aquí? ¿Conmigo? No me conoces de nada.
Fue difícil escribir todo aquello, pero no podía hacer otra cosa. Tardó en contestar.
- Sí que te conozco, Apolo... Desde hace tres años, además - utilizó un icono personalizado, el cual lo utilizábamos mucho ambos cuando nos conocimos.
- Esmeralda, deberías tranquilizarte. Pasará lo que tenga que pasar, quizás lo mejor sea que se separen...
- ¡¡¡NO!!! - casi pude escuchar el grito en mi cabeza -. ¡¡Eso no sucederá!! Ellos se quieren...
Me dolía en el alma esta situación. Llevaban mucho tiempo así, y ella no era capaz de asimilarlo.
- ¿Te da miedo eso y no te da miedo dejar solo a tu hermano y venirte con un desconocido?
Me arrepentí en cuanto pulsé el botón de Enviar. Esperé unos segundos, pero no había signo de que fuese a contestar. Seguramente estaría llorando.
- Perdóname, lo siento. No sé ni lo que digo. Será porque estoy muerto de sueño - lo escribí con iconos felices para animarla, pero creo que lo único que conseguí fue estropearlo más.
No sabía qué hacer. Estas son las situaciones en las que no tengo palabras, pero un abrazo lo arreglaría todo. Desgraciadamente, estábamos a kilómetros de distancia. ¿Qué podía animarla? De repente comenzó a escribir. Tardó bastante en enviarlo, supongo que dudaba lo que iba a poner.
- Ya no oigo gritar a mi padre... ¿Qué habrá pasado?
Suspiré de alivio.
- No te preocupes. Ya se habrán ido a dormir. Deberías hacer lo mismo y relajarte un poco.
- No puedo dormir - hizo una pausa antes de continuar escribiendo -. Quédate conmigo un rato hasta que lo consiga, por favor.
No pude evitar sonreír.
- Eso está hecho. De todas formas, ya no tengo sueño. En realidad tengo que agradecértelo. Estaba teniendo una pesadilla, ¿sabes? Me encontraba en medio del Polo Norte. Al principio todo era genial, conocía a una foca, pequeñita y peluda. ¡Pero entonces llegaba una manada de pingüinos! Todos preciosos, en serio. A mí me encantan, ya lo sabes. Me acerqué a ellos muy feliz, pero entonces comenzaron a enterrarme en la nieve... - Esmeralda utilizaba constantemente iconos riendo. Supuse que la estaba animando. La mitad de ese sueño era mentira... bueno, quizás no.
Pasamos un par de horas hablando, hasta que le entró sueño... y ocurrió algo que podía haber pasado en cualquier momento, desde hacía mucho, pero nunca me había parado a pensarlo. Esmeralda me envió un clip de voz con su micrófono, dándome las buenas noches. Incluso dijo mi nick en voz alta, “Apolo”, algo que extrañamente me hizo mucha ilusión.
Ambos sabíamos perfectamente que detrás de las imágenes, letras e iconos de colores hay una persona; pero no eres realmente consciente de ello hasta que da signos de ser un humano normal y corriente. Me quedé de piedra al oír su voz. Era realmente dulce, preciosa... Me sonrojé hasta la raíz del pelo. Imaginé que era mi turno para hablar, ya que yo también tenía micrófono.
Cogí aire. Estaba muy nervioso, ni sabía por qué. Me temblaron las manos al acercarme el aparato a los labios. Cerré los ojos con fuerza como si eso fuese a ayudarme en algo y le dediqué un simple “Buenas noches, Esmy”. Entonces ella comenzó a enviar iconos riéndose y a escribir carcajadas.
- ¡Hey! ¡¿De qué te ríes?! - le escribí. Estaba mucho más colorado que antes, aunque por suerte ella no podía saberlo.
- Seguro que estás rojo como un tomate... - podéis imaginar mi cara en este momento, ¿verdad? Ella siempre sabe cómo me siento -. Me ha hecho mucha gracia tu voz. ¿No tenías seis años más que yo? Con esa vocecita quién lo diría... - continuó “riéndose”.
Yo era un crío en todos los sentidos, a pesar de tener casi 22 años.
- Oye, yo... Estaba algo nervioso, ¿vale? - creo que lo empeoraba cada vez más -. ¡Hasta luego! - escribí para cambiar de tema.
Tras eso se rió un poco más, me mandó un “abrazo” y se desconectó del chat. Esperé unos segundos, simplemente mirando la pantalla del ordenador. En el fondo esperaba verla conectarse otra vez, pero eso nunca ocurriría. A pesar de que yo lo sabía, casi siempre me esperaba un rato, por si acaso. Hoy incluso esperé más rato.
Entonces, justo cuando iba a desistir, la vi aparecer.
- ¿Esmy? - me apresuré a escribirle - ¿Se puede saber qué haces aquí?
- ¿Eh? Eso debería preguntarlo yo, Apolo. Ya me había ido, ¿sabes?
Comencé a reírme.
- Oye, no te pases de lista. Te habías ido y has vuelto, ¿qué ha pasado?
Tardó un buen rato en contestar. Me mordí las uñas, impaciente.
- Siempre lo hago. Vuelvo a conectarme para ver si sigues ahí. Me hace gracia ver cómo te vas cuando sabes que yo ya no voy a estar.
Volví a ponerme rojo completamente. ¿En serio lo hacía? Yo también, pero supongo que siempre espero muy poco tiempo...
- Gracias - escribió, antes de que pudiese dar mi opinión.
- ¿Por qué? - pregunté sin entenderlo del todo.
- Siempre me ayudas. Hoy no has dormido por mi culpa.
- No seas tonta - utilicé un icono que le sacaba la lengua -. Sabes que no importa. ¿Tengo que recordarte que me atacaba una manada de pingüinos?
- Lo digo en serio, Apolo. Yo...
Me quedé esperando una continuación. Sin embargo, no llegaba. Esperé otro poco más, era raro que se quedase a medias. ¿Estaría esperando que le preguntase?
- ¿Esmy? - comencé a escribir, pero entonces la pantalla de mi ordenador se apagó.
- ¡Mierda! - grité, aun colorado -. ¿Se ha ido la luz? El ordenador sigue haciendo ruido.
Le dí un golpe a la pantalla, furioso. Entonces comenzaron a salir letras blancas sobre el fondo negro. Esas letras que siempre aparecen pero que no entiendo en absoluto.
- ¡Genial! - dije sarcásticamente, poniendo los brazos por detrás de la cabeza -. Seguramente para cuando vuelva, Esmeralda ya no estará en el chat. Pensará que, como no me contestaba, fui a dormir... ¡Menuda mierda! - repetí, golpeando en esta ocasión el teclado.
Entonces apareció algo de la pantalla. Pero no dibujado, sino materializado. Entorné los ojos para mirar mejor. ¿Me estaba volviendo aún más loco? Estiré una mano para tocarlo, pero volví la mano hacia atrás. No me atrevía.
- Sale de la pantalla... - murmuré -. Es como si mi monitor se hubiese convertido en un portal mágico...- mis ojos brillaron de emoción durante un instante. Me golpeé la cabeza para borrar ese ridículo pensamiento. Veía demasiado Doraemon, eso estaba claro.
Entonces me decidí a tocarlo. Era suave y cálido... No podía ser, pero me parecía claramente un dedo. Sin saber por qué lo agarré y estiré de él, encontrándome de repente una mano. Aquella mano agarró la mía con fuerza. Sentí un escalofrío que recorrió todo mi cuerpo. Sin pensármelo continué estirando, y para cuando quise darme cuenta de la pantalla salía un brazo. Ayudé al brazo, que hizo fuerza para salir del ordenador. O al menos, para entrar en mi habitación.
Estaba tan aturdido que no terminé de entenderlo, pero sé que de repente una chica salió del ordenador y me calló encima. La sujeté como pude, quedándome sentado en la silla del escritorio, con ella sobre mis piernas. No me salían las palabras. Ni siquiera me pregunté quién era todavía, simplemente la miraba desconcertado.
Tenía un largo cabello pelirrojo. No, largo no, larguísimo. Algo ondulado. Su cara estaba llena de pecas preciosas, y su piel era muy pálida, como la de un vampiro. Ella se quedó mirándome sorprendida, con unos ojos increíbles, color verde esmeralda. Claro, color esmeralda.
- ¿Esmy?
- Apolo... - contestó.
Estaba claro. Era aquella dulce voz que había escuchado hacía un momento por el auricular. Como en muchas otras ocasiones, me quedé de piedra sin saber qué hacer. Lo único que se me ocurría era abrazarla fuertemente, y eso fue lo que hice. Esta vez sí pude hacerlo. Nos quedamos abrazados dos minutos, por lo menos. Cerré los ojos y traté de disfrutar el momento antes de que se desvaneciese. Olía a fresa, o eso creo. Todo me parecía muy real a pesar de que debía ser un sueño. Estuve a punto de quedarme dormido en esa posición.
- Noto tu corazón. Te va a mil por hora, ¿no? - era el típico comentario de ella, de esos que me ponían colorado hasta la raíz del pelo.
- ¡Oye, tú! - dije separándome de ella y mirándola a los ojos. Aquellos hermosos ojos... Tuve que desviar la mirada -. Hey... Vas a tener que explicarme esto, ¿sabes?
Ella soltó una risita. Me parecía perfecta en todos los sentidos.
- No tengo ni idea de nada. Solo sé que tú eres Apolo. Lo eres, ¿verdad?
Volví a mirarla, colorado pero con rostro serio. Para mi sorpresa, ella no parecía nerviosa en absoluto. En ese momento quise besarla... Como de costumbre, golpeé mi cabeza para eliminar ese pensamiento. Ella agarró la mano con la que me golpeaba.
- ¿Qué haces, tonto? - me sonrió.
Por raro que me pareciese, a esa chica no la conocía de nada. Ni siquiera sabía si su verdadero nombre era Esmeralda... pero todo lo que me decía, su forma de actuar, de sonreír; era como si la conociese desde hace mucho tiempo.
- ¿Te das cuenta que no me conoces de nada? Métete otra vez en el ordenador - Esmeralda comenzó a reír -. Lo digo en serio, ¿cómo vas a volver ahora?
Agarré a Esmeralda de la cintura para dejarla en el suelo. Toqué la pantalla del ordenador. Era sólida, como siempre.
- ¿Qué más da? Yo tenía ganas de verte - puso una fingida cara triste.
- ¡No! ¡Esto no está bien! ¡Deberías estar en tu habitación, y no en la mía! ¡Ni siquiera es tu ciudad!
Ella miró a otro lado, intentando que no viese su expresión.
- Lo siento, sé que tienes razón. No debería haber entrado - su voz me decía claramente que estaba a punto de echarse a llorar.
Le despeiné un poco el pelo con la mano.
- Lo siento. No dejo de estropearlo todo. Pero, ¿sabes? - hice una pausa. No sabía si estaba bien lo que iba a decir, ni tampoco sabía cómo hacerlo. Cerré los ojos para no mirarla y que las palabras me saliesen solas - Estás muy lejos. Tú tienes tu vida, yo tengo la mía. Simplemente nos escribimos por internet. Eso es todo.
Ella me sujetó de la mano. La apreté con cariño. Continué con los ojos cerrados.
- No quiero que terminemos enamorándonos. Sería un error.
Entonces todo quedó en silencio. Esperé a que dijese algo. ¿Se había enfadado? Abrí disimuladamente un ojo. Ella me miraba con una sonrisa.
- Me llamo Ann, ¿y tú?
Abrí el otro ojo y la miré sorprendido.
- Ann... - susurré -. Es un nombre precioso...
Volví a cerrar los ojos lentamente. Ella me los abrió con la mano que le quedaba libre.
- ¡Eeeh! Estoy esperando. No me irás a decir que te llamas Apolo...
Me reí por la confianza que tenía conmigo. Estaba claro que era mi Esmeralda.
- Preferiría que me llamases Apolo - dije para darle curiosidad, con tono misterioso.
Ella hinchó las mejillas en señal de enfado.
- Bueno, señorito Apolo, creo que voy a intentar irme.
Soltó mi mano por primera vez desde que me la había cogido. Se acercó al ordenador y se dispuso a tocar la pantalla. ¿Y si conseguía entrar?
- ¡¡Espera!! - le grité sin darme cuenta, agarrándola del brazo -. Quiero decir... ¿Te conectarás más tarde?
Ella me sonrió de oreja a oreja. Volvió a mirar la pantalla y la tocó. Sin saber por qué me asusté mucho cuando lo hizo, pero no sucedió nada. La pantalla era completamente sólida.
- ¡Vaaaya! Qué lástima, creo que tendré que quedarme.
Sentí miedo y alegría a la vez. No debería quedarse, pero ahora que la tenía tan cerca no la quería perder. De todas formas, todo esto era un sueño, ¿no? No debía tomarlo tan en serio.
Cuando iba a comenzar a hablar oí a mi madre levantarse y salir de su habitación. Venía hacia aquí. Empujé rápidamente a Esmeralda debajo de la cama. Ella se quejó, ya que no se daba cuenta de qué pasaba, hasta que mi madre abrió la puerta con fuerza.
- ¡¡¡Iván!!! - rugió furiosa -. ¡Llevas toda la noche hablando solo! Hijo, se que no puedes evitarlo, pero por favor, ¿podrías dejarme dormir? Contrólate un poco.
Se quedó mirándome. Como había empujando a Esmeralda bajo la cama, yo ahora me encontraba en el suelo de rodillas.
- ¿Se puede saber qué haces?
Me puse muy nervioso y comencé a tartamudear.
- Ma-ma-mamá, yo...
- ... Insomnio, flexiones - susurró Esmeralda bajo la cama.
Repetí mentalmente lo que acababa de decirme para entenderlo. ¿Insomnio, flexiones? Esmeralda siempre tenía buenas ideas. Intenté decirle a mi madre que como tenía insomnio me puse a hacer flexiones, pero me pareció algo ridículo y comencé a reír a carcajadas.
- Estás tonto, hijo - dijo mi madre con una pequeña sonrisa. Me dio un beso en la frente -. Buenas noches, anda.
Salió de la habitación y oí los muelles de su cama. Entonces me dejé caer en el suelo.
- Por qué poco - suspiré.
Esmeralda se rió con su dulce voz. Agarró mi pijama y me acercó a ella, bajo la cama. Iba a resistirme, pero entonces me abrazó por la cintura. No supe si hacer lo mismo, por lo que me quedé quieto. Mis mejillas volvieron a sonrosarse.
- Así que Iván, ¿no? Tranquilo, yo te llamaré como quieras. De todas formas, me encanta tu nombre.
- ¿Cómo lo...?
- Tu madre lo ha dicho bien alto.
Me quedé callado, cada vez más avergonzado. Tras unos segundos pensándolo, me atreví a contestarle el abrazo.
- Ya es tarde - susurró Esmeralda, cerrando los ojos.
- ¿Qué dices? - casi no me salía la voz.
- Yo ya me he enamorado de ti.
Esta vez no sé qué fue lo que sentí. No sé si me alegré, no sé si me entristecí. Quizás un poco de las dos cosas. Puede que fuese miedo. Era algo que no había sentido hasta ahora. Tendría algún nombre, pero fuese lo que fuese, no lo sabía en ese momento. Siempre la había querido, y era obvio que ella sentía lo mismo por mí, pero había tratado de evitar el tema.
- Esmy, esto no debería ser así. Ya te lo he dicho, lo pasarás mal...
- Tú también me quieres, ¿a que sí?
- Con locura - me rendí.
Ella me abrazó un poco más fuerte, pero después me soltó. Me sentí vacío cuando lo hizo.
- Mira, este anillo me lo regalaron mis padres por mi décimo cumpleaños - dijo mostrándome su mano.
El anillo era de plata, con una hermosa piedra de esmeralda. Imaginé lo que significaba para ella, ya que en aquella época sus padres debían estar muy unidos. Además, habían elegido una piedra que llevaba su nombre. Era algo realmente genial.
- ¿Te gusta? - me preguntó. Parecía ilusionada, quizás porque mi cara reflejaba perfectamente lo que me había impresionado.
- Es casi tan hermoso como tus ojos - le dije sin darme cuenta, con la vista fija en el anillo.
Entonces la vi sonrojarse por primera vez. El contraste de su pálida piel con las mejillas rojas hizo que el corazón me latiese más deprisa. Digamos que parecía un pequeño Pikachu... ¿Pikachu? Me golpeé la cabeza de nuevo. Esmeralda agarró la mano con la que me estaba golpeando, colocando en uno de mis dedos el anillo.
- Para ti - dijo.
- Bueno, pero antes de irte te lo devuelvo, ¿eh?
- Te sienta bien - sonrió dulcemente.
Entonces me acerqué a ella y la besé. Por raro que parezca, no me dio vergüenza. Me sentí genial al poder hacerlo. Seguramente sería la primera y última vez que lo haríamos. Me alejé y la miré a los ojos. Antes de que pudiese ver su rostro me devolvió el beso. Esto no podía ser un sueño. Sentía perfectamente sus labios sobre los míos, sus brazos en mi cintura, su melena al rededor de mi cuello... Fui a pasar mi mano por su espalda, pero no conseguí encontrarla. Fui a rodear con la pierna las suyas, pero no estaban. Fui a agarrarle una mano, pero tampoco pude. Abrí los ojos, y no había nadie.
Me encontraba sentado en mi silla. El ordenador estaba encendido con normalidad. El teclado, lleno de babas. No había nadie conectado en el chat. Me levanté rápidamente y miré bajo la cama. Allí no había nadie. Caí al suelo de rodillas. Una lágrima recorrió mi mejilla.
- ¿Cuándo me he quedado dormido? ¿Por qué coño tenía que ser tan real? ¿Por qué aún puedo oler ese perfume de fresa?
Entonces me fijé en la mano que debería tener aquel anillo de esmeralda... y para mi sorpresa, allí estaba. Lo miré entrecerrando los ojos y acerqué la mano a la cara. Esto me superaba. Lo rocé con la punta de los dedos. Definitivamente, tenía aquel anillo.
Fui al ordenador y acaricié el monitor. ¿Realmente Esmeralda... o Ann... la había traspasado? ¿Cómo había vuelto? ¿Cuándo? Intenté tocar la pantalla, pero entonces mi mano ya no estaba allí. Sentí un dolor intenso durante un segundo, que pronto se volvió cosquilleo. Esmeralda me sujetó desde el otro lado. Sentía cómo mi mano estaba lejos de mi habitación, desafiando las leyes de la distancia... | |
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